sábado, 19 de julio de 2014

GRACIAS A LAS POLITICAS DEL PP INICIADAS POR EL PSOE LA CRISIS SOLO AFECTA A SEIS PERSONAS


PODEMOS (Y LO QUE TENEMOS QUE PODER): AL CIRCO DEL PP - PSOE Y CONCOMITANTES LES ESTÁN CRECIENDO LOS ENANOS. YA SOLO HACE FALTA PARA REMATAR LA FAENA QUE LOS DEMÁS NOS CONVIRTAMOS EN PERSONAS MEDIANAMENTE MADURAS

Cuatro periodistas del régimen advierten que Podemos también está captando votos de PP, PSOE y UPyD

15 julio 2014
Votantes del régimen están virando hacia Podemos, según cuatro reconocidos periodistas
Cuatro periodistas críticos del régimen han advertido al Gobierno que Podemos, la formación que lidera Pablo Iglesias, puede derribar al PP dentro de 11 meses, cuando se celebren las “megaelecciones” que Mariano Rajoy piensa concentrar: municipales, autonómicas, Congreso y Senado. La sorpresa procede del contacto con la calle que poseen estos periodistas y de los análisis demoscópicos: el 40% de los votantes de Podemosprocede de PSOE, PP y UPyD. Y es que, lejos de ser desarrapados, los hay profesionales y desempleados a partes iguales y su nivel intelectual, académico y económico está ligeramente por encima de la media. Pero el PP sigue encerrado en su “burbuja”: para ellos, los votantes de Podemos son “frikis”, en palabras de Pedro Arriola, sociólogo de cabecera de Rajoy y Aznar.

Alberto Artero (S. McCoy en El Confidencial)
S. McCoy, pseudónimo de Alberto Artero, uno de los “popes” de “El Confidencial.com” y periodista de convicciones liberales, lo advierte en su columna: “Es hora de despertarse. De quitarse la pereza que tenemos encima y rebelarnos ante un Gobierno que nos toma por idiotas (Valor Añadido, “¡Rebélese!, 13 razones para decir ‘no’ al impuesto sobre los depósitos”, 07-07-2014). Unadespectiva consideración que, por otra parte, empieza a enraizarse preocupantemente en la tradición democrática española. “Todo para el gobernante pero sin el pueblo”, curiosa interpretación del despotismo ilustrado francés. Nuestros votos no hacen sino perpetuar tan particular régimen… en nuestro perjuicio. Así nos va. O nos ha ido hasta ahora si nos atenemos alcambio que se atisba en el panorama político tras las últimas elecciones europeas (V.A., “PODEMOS capitaliza las ganas colectivas de vomitar”, 28-05-2014)”.


Rajoy y Montoro comparten confidencias
No ha sido el único aviso: “Esta misma semana, el ministro (Montoro) reunió en su despacho a un grupo de periodistas para venderles las bondades de su reforma fiscal, y tan confiado andaba explicando el proyecto, tan contento de haberse conocido, que no intuyó la agria ruptura que un conocido periodista, con su característica voz ronca, estaba a punto de protagonizar negando la mayor y asegurando que el PP había empobrecido a una clase media que no estaba dispuesta a volver a votarles “por esta mierda de reforma fiscal que habéis hecho”. Ya metido en harina, el valiente acusó al Gobierno de no saber lo que está ocurriendo en la calle y de no haberse enterado, por ejemplo, de que Podemos es ya la segunda fuerza política de la Comunidad de Madrid en intención de voto, por delante del PSOE: “No os estáis dando cuenta de que esto se va a la mierda si no cambiáis de registro”. A Montoro se le quebró la sonrisa, y en elambiente gélido del saloncito de Alcalá 9 apenas pudo balbucear un “bueno, bueno, no hay que ser tan drásticos, las cosas no son ni blanco ni negro…”.


Jesús Cacho (Voz Populi)
La noticia del desencuentro la daba el también liberal y periodista económico Jesús Cacho, para quien “la aparición de Podemos con la fuerza de un tornadoen el escenario político español, es consecuencia directa de la incapacidad de los partidos mayoritarios del régimen para dar respuesta a las demandas de una población que no solo reclama bienestar económico, sino una democracia de calidad decidida a perseguir la corrupción a sangre y fuego, una sociedad harta de la corrupción que padecemos. En realidad, Podemossolo puede explicarse como una consecuencia de la corrupción moral que atenaza al régimen de la Transición”.


Graciano Palomo ya no se sorprende con el ascenso de Podemos
A todos ellos se le ha unido Graciano Palomo,periodista conservador a quien José María Aznaracaba de extraer 20.000 euros por la vía judicial por usar la palabra “contrapartida” en un comentario sobre los elocuentes correos del banquero Blesa: “yo no tengo los casoplones que él tiene en Gualdamina, rodeado de megarricos y guardaspaldas que pagamos todos los contribuyentes, que le debería dar vergüenza. Un tipo que llegó sin un duro al poder político. ¿Puede sorprender acaso el ascenso de “Podemos” y los indignados? Este nos sigue costando un riñón a los españoles y sólo recibimos de él odio, rencor, prepotencia barata… Siempre fue un gran inútil político; acomplejado y tal. Nos engañó durante un tiempo pero no mucho cuando vimos lo que hacía con sus amigos a los que enriqueció hasta el paroxismo. Eso sí, utiliza el poder como un dictadorzuelo…¡camisa vieja falangista!”.

La Vanguardia publicó esta foto de Aznar para ilustrar la demanda contra Palomo
¿Hay precedentes en otros ex presidentes de demandas a periodistas?, se pregunta Graciano Palomo. Y responde: “Ninguno. Y ninguno estuvo rodeado políticamente de tanto detritus. Ha puesto tantas y a tantos que ha conseguido hacer un buen negocio, como si le faltara el dinero de Endesa, Murdoch, los fondos de inversión, etc…¡Una vergüenza! Lo de la libertad de prensa siempre le cayó muy largo pese a ser nieto e hijo de periodistas, claro de aquellos periodistas del poder franquista. ¡Quizá eso lo explique todo! Básicamente, sí se conoce una carta que un político –mal que le pese- remitió a otra política cuando empezaron a moverle la silla a la principal escopeta de Jaén”.


El juez Enrique Presa, que condenó a Palomo a instancias de Aznar
“¿Y por qué no sale todo ese detritus a la luz de una puta vez?” le pregunta Palomo a “un alto cargo que lo fue durante los muchos y largos años que el amigo y protegido de Aznar estuvo al frente de la que fue la cuarta entidad financiera y de ahorro de España”. Fácil respuesta: “¡Pregúntele usted a Goirigolzarri o al juez Andreu! Ellos deberían estar en el secreto de todo lo ocurrido”. Añade: “también Rodrigo Rato, claro, aunque estuvo unos meses por allí”. Y concluye: “Mire usted, el PP llegó al poder con el apoyo de esos pobres ancianos esquilmados en sus ahorros pero quien realmente se aprovechó de ese poder lo sabe ya todo el mundo. ¿Todo el mundo? Ninguno de ellos está en la cárcel. ¿Se extrañan, por tanto, de que Podemos dentro de poco PUEDA más? Lo que me sorprende es que no salga todo el detritus a la luz de una vez por todas. ¿Qué tienen que esconder?


Pablo Iglesias
Para el periodista Francesco Manetto, que escribe en “El País”, uno de los medios más críticos con Pablo Iglesias, estos virajes tienen una explicación: “El voto de Podemos tiene dos constantes: no es mayoritariamente joven, aunque la iniciativa dePablo Iglesias tiene mucho éxito entre los jóvenes. Y, de alguna manera, se ha alimentado de la estela del 15-M. Fátima Castro Fernández, de 48 años, reúne algunas de estas características. Secretaria de dos Ayuntamientos en Castilla y León, apoyó a Podemos porque, dice, ha descubierto “el método que conecta a los ciudadanos con la política a través de la democracia participativa”. “He votado al PSOE, pero también al PP, y creo que los socialistas no deberían pararse en el debate sobre primarias, sino ir más allá”, señala. Cree que las elecciones europeas no han reflejado “solo un voto de castigo, sino también de ilusión, y eso es lo que más asusta a los grandes partidos”.


Implantación de Podemos en toda España tras las elecciones del 25-M
José Carlos Rodríguez, desde el diario conservador “La Gaceta”, también se hace la misma pregunta: “¿Qué otras fuentes tenemos para acercarnos al perfil del votante de Podemos? Contamos principalmente con dos: el CIS y la encuesta de eldiario.es. Los datos del CIS muestran que el voto a Podemos procede, en un 29,9%, del PSOE y un 26,1% de IU, partiendo del sentido de voto en las elecciones generales de 2011. Un 5,2% procede de PP, otro tanto de UPyD, y el 15,6 de otras formaciones o del voto en blanco. La mitad mantiene que votará a Podemos en unas elecciones generales, y uno de cada cuatro dice que lo hará por Izquierda Unida. Y por lo que se refiere a su índice de rechazo, la práctica totalidad dice que jamás votaría al PP, y el 43% dice que nunca votaría al PSOE, lo cual es congruente con el discurso de Podemos de rechazar el bipartidismo”.

El matrimonio Celia Villalobos-Pedro Arriola: no hay nada que temer con Podemos: son “frikis”
Estos son los datos científicos, pero el PP se agarra a la brujería y a los curanderos: “El pasado martes,Pedro Arriola, principal asesor de Mariano Rajoy, llamó “frikis” a quienes respaldaron a esta formación, a la que vinculó especialmente al voto joven y a quienes acudían a las urnas por primera vez. Se trata de una percepción cierta solo en parte, según la encuesta. La mayoría relativa (el 45%) de los votantes tiene entre 35 y 54 años, mientras que losmenores de 35 representan un 34%. Predomina, además, el voto masculino sobre el femenino, con 12 puntos de diferencia”, concluye José Carlos Rodríguez.

Pablo Iglesias
Alrededor de la mitad de esos 1,2 millones de electores que apoyaron a Iglesias tienen un trabajo, en línea con la media de las otras formaciones. El21% cuenta con estudios universitarios superiores, un 14% de grado medio y ninguno de los encuestados tiene formación inferior al segundo grado escolar (Bachillerato o Formación Profesional). Estos dos últimos datos echan por tierra otro de los lugares comunes sobre la llamada base social de Podemos. Es decir, la encuesta refleja que —comparativamente con otros partidos y en términos estadísticos— no se trata de un conjunto de electores con una mayoría de personas en una situación precaria en el ámbito laboral o de marginalidad social.

Fuentes:

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PODEMOS, PRE-BORRADOR DE PONENCIA POLITICA

Que el actual estado de cosas cambien está en nuestras manos: reflexiona, discute, participa
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Documento: Pre-Borrador de ponencia política.



La crisis del régimen de 1978, Podemos y la posibilidad del cambio político en España”

1. Contexto: crisis de régimen, ofensiva oligárquica y ventana de oportunidad.

El Estado español está atravesando una crisis que va más allá de la deslegitimación de sus élites políticas y que afecta a componentes centrales del sistema político y la institucionalidad, de la articulación territorial del Estado, del modelo de desarrollo y el equilibrio entre grupos sociales bajo la primacía de los sectores dominantes. A esta crisis algunos la venimos llamando desde hace años la crisis del régimen de 1978, para dar cuenta de una situación de agotamiento orgánico que, últimamente y de forma acentuada, se expresa de forma acelerada en una descomposición política y moral de las élites tradicionales, con la corrupción –que era el elemento engrasante del encaje político y económico del bloque dominante- como punta de lanza de su desprestigio junto con los ataques al Estado de Bienestar y a los derechos (laborales, sociales y políticos) adquiridos.

El movimiento 15M, junto con el ciclo de luchas que inaugura, contribuyó a articular una parte de las insatisfacciones que hasta ese momento estaban huérfanas o se vivían en forma aislada y despolitizada. Ayudó así decisivamente a introducir en el sentido común de época elementos impugnatorios del orden existente y que señalaban a las élites como responsables, agrupándolas simbólicamente y colapsando parcialmente, el juego de diferencias en el que descansa el pluralismo y la oxigenación del régimen. El 15M avejentó a las élites y a las narrativas oficiales, poniendo en evidencia el agotamiento de sus consensos, de sus certezas, de los marcos con los que se distribuían las posiciones y se explicaba el rol de cada cual en el
contrato social o se canalizaban las demandas ciudadanas. Con todo, esta acumulación de pequeñas transformaciones culturales no afectó por igual en todo el país ni alteró los equilibrios de fuerzas electorales e institucionales.

El PP fue inicialmente el gran beneficiado de un terremoto que sacudió fundamentalmente a los votantes de la izquierda y que, paradójicamente, situó a las fuerzas conservadoras a la defensiva y alerta, pero permitió al PP una mayoría absoluta pese a recibir menos votos que los obtenidos por el PSOE en las elecciones de 2008. El 15M, al mismo tiempo, debilitaba la autorización electoral: ganar unas elecciones ya no era el único elemento de legitimación política, y desde luego no constituye ya un cheque en blanco. Pero la desafección se ha producido sobre un terreno social y cultural fragmentado por 30 años de neoliberalismo, con las identidades colectivas -la de clase en primer lugar, pero también las narrativas ideológicas tradicionales- en retroceso e incapaces de servir de superficie de inscripción para articular todos los diferentes descontentos con el statu quo. Uno de los retos a los que se enfrenta Podemos es ser capaz de articular esos descontentos y sus identidades.

Mientras que en la calle aumentaban las voces de protesta en lo que ha sido todo un ciclo de movilizaciones de distintos tipos (sociales, políticas, laborales, etc.) en las instituciones el partido de la derecha acumulaba un poder inédito, en el que se apoyó para lanzar un duro y ambicioso proyecto de reforma oligárquica del Estado. El centroizquierda del PSOE, con un notable bloqueo de su imaginación política, apenas dijo nada que le permitiese conectar con el nuevo clima. Estaba, además, firmemente comprometido con el sostenimiento del statu quo y el programa de ajuste impuesto por la Troika, que le llevó a aceptar un rol subalterno con respecto al PP que no ha dejado de pasarle factura en las urnas desde entonces. IU, vinculada generacional y culturalmente al orden de 1978, ha tenido en general- y salvo honrosas excepciones principalmente provenientes de las bases- reacciones tímidas y conservadoras, que confiaban en estarse moviendo en los mismos parámetros de antes de la crisis orgánica y en recoger en forma paulatina y progresiva los apoyos que iba perdiendo el PSOE, desde su auto ubicación a su “izquierda”.

En medio de la crisis política, las fuerzas de izquierda nacionalista han analizado, en todo el Estado, y en particular en Catalunya, que este es el momento preciso para aparecer en la movilización soberanista. Lo han hecho, en general, confiando en la unilateralidad, una estrategia muy rentable en el corto plazo electoral pero que puede abocarles ahora a un callejón de muy difícil salida, como podríamos ver con motivo de la consulta en Catalunya el 9 de noviembre. La cuestión general constituyente reaparecería así en toda su complejidad y plurinacionalidad. Las hipótesis movimientistas y de gran parte de la extrema izquierda, instaladas en un cierto mecanicismo por el que “lo social” ha de preceder siempre a “lo político”, se han demostrado incorrectas para romper la impotencia de la espera y proponer pasos concretos más allá de la movilización.

Todo esto ha sucedido mientras los sectores dominantes desplegaban una amplia y profunda ofensiva sobre el pacto social y político de 1978. Esta ofensiva deconstituyente busca dejar sin sentido o sin vigencia las partes más progresistas del acuerdo constitucional, marchar sobre los contrapesos populares o democráticos en los equilibrios del Estado y abrir una redistribución
regresiva del poder y la renta, aún más en favor de la minoría dominante.

Seguramente la disyuntiva política estratégica hoy está entre restauración oligárquica o apertura democrático plebeya, posiblemente en un sentido constituyente.

Por tanto, los análisis excesivamente optimistas con respecto a la crisis orgánica del régimen de 1978 deben ser compensados al menos con dos aseveraciones:

1)    Esta crisis se produce en el marco de un Estado del Norte, integrado en la Unión Europea y la OTAN, que no ha visto mermada su capacidad de ordenar el territorio y monopolizar la violencia; de ordenar los comportamientos y producir certeza y hábitos; que no vive importantes fisuras en sus aparatos y que no parece que vaya a sucumbir por acometidas de movilización social más o menos disruptiva. Esto imposibilita tanto las hipótesis insurreccionales como las de construcción de contrapoderes “por fuera” de la estatalidad.

2)    La crisis política puede tener mucha menor duración que la económica: no tenemos todo el tiempo del mundo. Una buena parte de la contestación social hoy existente deriva de una “crisis de expectativas” que ya no se repetirá para las siguientes generaciones, sobre las que hace mella el efecto domesticador del miedo y el empobrecimiento, con una exclusión social que ya amenaza a un tercio de la población y que podría estabilizarse en esos umbrales. Al mismo tiempo, el exilio y la destrucción de los nichos sociales y profesionales de los que se nutre la contestación (tercer sector y ONGs, universidad, funcionariado, sindicalismo,etc.) es un torpedo contra la línea de flotación material de la militancia de la izquierda. Tras una serie de ajustes que sean además vividos como una victoria política de alto contenido simbólico sobre las clases subalternas, la oligarquía puede estabilizar un país ya disciplinado que asuma como normal el empobrecimiento y exclusión de amplias capas sociales y determinados estrechamientos en las posibilidades democráticas. Los ejemplos estadounidense e inglés tras Margaret Thatcher nos tienen que servir de alerta: el neoliberalismo destruye pero, sobre la derrota de las clases populares, también construye nuevos órdenes y acuerdos. Si la crisis económica parece que tendrá un largo recorrido, la ventana de oportunidad abierta puede cerrarse mucho antes si se consuma la ofensiva oligárquica con un cierto reposicionamiento subordinado de un PSOE algo oxigenado y si las élites proceden a una restauración por arriba que asuma la parte más inofensiva de las demandas ciudadanas que hoy no tienen cabida en el orden de 1978 y el rol semicolonial en la Unión Europea.

2. Las elecciones del 25 de mayo de 2014 y el nuevo escenario político.

Las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014 no fueron unos comicios más, sino que supusieron un pequeño terremoto en el escenario político que mostró algunos de sus precarios equilibrios y lo endeble de posiciones que parecían muy asentadas.

El dato más relevante es que el Partido Popular, que perdió 2,6 millones de votos, y el Partido Socialista Obrero Español, que perdió 2,5, juntos apenas alcanzaron el 49% del sufragio. No es sólo que “perdiesen” las elecciones por primera vez en la historia de nuestro sistema de partidos (cuando en las elecciones europeas de 2009 sumaron juntos el 81% del voto), sino, más importante, que se rompió el juego de vasos comunicantes por el cual lo que pierde el primer partido de la alternancia lo recibe el otro, en un movimiento que oxigena la pluralidad interna al tiempo que cierra la puerta a la alternativa y salvaguarda los consensos sistémicos que comparten los dos partidos dinásticos.

El elemento fundamental de esta erosión de los principales partidos del régimen –que no todos, no hay que confundir régimen con bipartidismo como hacen otros- es el desgaste y la crisis del PSOE. El Partido Socialista ha sido (tras el papel inicial del PCE y CCOO) el artífice de la integración de las clases subalternas al Estado de 1978 (y por tanto también de las conquistas sociales subordinadas en éste) y pieza clave, después, en su incorporación al pacto social neoliberal. Es quien cierra el espacio político “por la izquierda” y es su crisis la que abre las oportunidades políticas para una nueva mayoría. Si se recompusiera siquiera parcialmente de su desprestigio y sus problemas internos, y postulase un nuevo líder con pocos vínculos simbólicos con el pasado, podría recuperar parte del espacio perdido y estrechar así las opciones para una fuerza de ruptura democrática, relativamente transversal dentro del discurso de unidad popular y ciudadana.

La otra amenaza para la expansión de la ruptura sería que el Gobierno pudiese presentar tímidas “evidencias” de que las medidas de ajuste nos han hecho pasar ya lo más duro y que se avecina la recuperación. Por lenta y remota que sea, la narrativa de que se han hecho los deberes más duros y ahora se avecina el tiempo de la cosecha del esfuerzo, es muy peligrosa por la reoxigenación.

Junto con esa ruptura del movimiento de vasos comunicantes, se ha rasgado el mito de la imposibilidad de una mayoría que no pase por el PP y el PSOE, y por tanto de la necesidad de colocarse a uno de sus costados ideológicos. Las elecciones del 25M han mostrado que hay posibilidades de una nueva mayoría, y esa grieta en el imaginario del orden permite avanzar las hipótesis más arriesgadas y audaces, que ya no parecen imposibles para la sociedad.

Podemos, con sus 1.245.000 votos y su 8% a nivel estatal, ha irrumpido como una fuerza política con mucha mayor fuerza de la que reflejan los números. No es exagerado decir que estamos hoy en el centro del debate político español: somos el objeto prioritario de los ataques del PP, del PSOE y del oligopolio mediático. La casta se ha mostrado claramente a la defensiva, usando nuestras palabras y corriendo a justificarse, a insultarnos o a vestirse con ropajes nuevos. Los creadores de opinión del régimen están envueltos en una masiva operación de reenmarcado que sitúe la discusión pública no sobre los problemas de España sino sobre situaciones o actores de otro tiempo o que están a miles de kilómetros de distancia; al mismo tiempo, intentan que Podemos no hable más que para defenderse, que se discuta no de lo que dice Podemos sino sobre la “polémica” contínua en torno a Podemos, que más allá de su veracidad genere un efecto de ruido y alejamiento, así como de encasillamiento en una posición simbólica de “extrema izquierda”, ignorando la diversidad de sus votantes y simpatizantes.

Podemos ha tenido dificultades hasta ahora burlando esta maniobra de cerco con la que la casta pretende volver a las certezas de antes de la crisis política, pero los principales portavoces de esta ofensiva no tienen hoy el prestigio ni el crédito de antes de la crisis orgánica, lo que lastra su labor y abre la posibilidad de una reacción boomerang entre sectores muy diversos. Lo desmesurado de los ataques también ha ilustrado a ojos de mucha gente el miedo que Podemos ha despertado en los sectores más conservadores del régimen del 78.

Con todo, los resultados del 25M y su impacto en el escenario político español demuestran la validez de la hipótesis de la unidad popular: pese a nuestra fragilidad organizativa -comprensible para una fuerza recién nacida-, hemos abierto una grieta que hoy ha acelerado el tiempo político español, ha sacudido los viejos equilibrios, ha provocado dimisiones y prisas en la recomposición y ha mostrado un posible camino para construir una mayoría política de cambio en un sentido popular en España. Nuestro reto ahora es estar a la altura de la inmensa ola de expectativas y esperanzas que hemos generado. Porque el momento actual presenta diferentes elementos que constituyen una oportunidad política difícilmente mejorable en un contexto no revolucionario: relativa debilidad política del gobierno, ausencia de indicadores positivos –siquiera sea parciales- con los que renovar la confianza en el ajuste, crisis del
principal partido de la alternancia en el turnismo, expansión del descontento, espiral ascendente de ilusión popular por la posibilidad del cambio, que principalmente cristaliza en Podemos, y falta de elementos culturales y simbólicos con los que las élites viejas puedan relanzar algún relato para recuperar parte de la confianza y el prestigio perdido.

En un contexto de aguda deslegitimación del conjunto del entramado político e institucional del régimen -que no deja de dar muestras de podredumbre, si bien hasta ahora controlada- Podemos aparece como una fuerza outsider, sin hipotecas (de ahí el esfuerzo de los medios del régimen por fabricar una “mochila ideológica” extremista) y en la mejor posición para cosechar el desprestigio del establishment. Esa posición, que nos convierte en un claro referente de la dicotomía “nuevo/viejo” (de las formas participadas y con protagonismo ciudadana y popular frente a las viejas formas de política de élites y despachos), será incompatible con el menor caso de corrupción y es hasta cierto punto difícil de mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea sólo de construcción de voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias transacciones y compromisos, en un momento de estrechamiento de la autonomía de las instituciones subnacionales frente al plan de ajuste.

Por decirlo en forma directa: el momento es ahora, antes de que los grandes actores y el entramado mediático-financiero y de los aparatos del Estado recompongan parte de la legitimidad perdida al tiempo que despliegan una campaña articulada y previsiblemente brutal contra Podemos. El momento es ahora, también, porque en un Estado moderno con una sociedad civil articulada –y en nuestro caso fuertemente hegemonizada por la derecha- el mero paso del tiempo nos desgasta y nos asienta como un actor más en un sistema de partidos en recomposición, abocándonos a una estrategia de lento crecimiento en un escenario ya estabilizado, en el que sería difícil competir con los partidos políticos grandes que representan a los poderes dominantes. Es ahora, en el momento de la descomposición, cuando Podemos puede ser una palanca que subvierta las posiciones dadas, hoy más bien flotantes y frágiles los equilibrios e identificaciones, y llegue al Gobierno postulando un discurso de excepción para una situación de excepción: todo se cae, lo viejo ha perdido la confianza y la vergüenza, que se vayan todos, hace falta un gobierno nuevo al servicio de la gente; Podemos es esa fuerza, por capacidad, honestidad y voluntad. Esta maniobra puede no darse de inmediato ni en solitario, pero es el tipo de orientación, estilo y perspectiva que nos puede permitir ganar. A ella habría que adaptar el tipo de organización, la política de alianzas y el marco estratégico en el que inscribamos las diferentes iniciativas políticas.

Desde este marco de análisis podemos situar con mejor perspectiva el necesario y crucial debate en torno a las tareas y desafíos que tiene que afrontar Podemos en este ciclo político acelerado y sin duda decisivo. Pensar los siguientes pasos a dar, tanto en los niveles institucionales: elecciones municipales, autonómicas y generales; como organizativos: qué organización a la altura de este presente y sus desafíos, qué herramienta para sumar, articular y conformar una nueva mayoría con voluntad y capacidad de poder político.

Tenemos por delante un año y medio que va a ser decisivo en la historia de nuestro país. Por el propio calendario y el desarrollo de la crisis política, lo electoral está y va a estar en el centro de la disputa política en este ciclo acelerado, aunque no es el único terreno político. Podemos tendrá que dotarse de herramientas que le permitan librar esas contiendas con eficacia. La prioridad en lo organizativo que se deriva de un análisis y unos retos como los aquí esbozados, es por tanto la de construir en primer lugar una máquina política, discursiva y electoral -que no se limita a la estructura de Podemos y que irradia ya a otros actores- que esté en disposición de aprovechar la ventana de oportunidad de la crisis del régimen de 1978, en un contexto de enorme hostigamiento y maniobras de distracción o de estigmatización, en el mejor de los casos, y de destrucción política en el extremo. Tenemos ante nosotros la posibilidad y la responsabilidad de contribuir decisivamente a la construcción de una voluntad popular nueva para el cambio político en favor de las mayorías sociales.


Podemos, claro que Podemos.

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