sábado, 25 de abril de 2015

EE.UU, COLOSO CON PIES DE BARRO



Desahucios en serie

La continua despoblación de Detroit

Rebelión
TomDispatch
25.04.2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza


A diferencia de otras muchas innovaciones industriales, la puerta giratoria no surgió en Detroit. La creación de Theophilus Van Kannel, que enseguida se convirtió en el fundador de la Van Kannel Revolving Door Company, giró por primera vez en Filadelfia en 1888. El invento tenía un doble propósito: mejorar el aislamiento térmico de los edificios y permitir que numerosas personas pudieran entrar fácilmente en ellos en cualquier momento.

El pasado 31 de marzo, en la Oficina del Tesoro del Condado de Wayne, esa invención de la época victoriana no cumplió ninguno de los dos. Una vez más, ninguna puerta de la historia de la arquitectura –giratoria o de otro tipo– hubiera podido albergar la última perversidad que los funcionarios de Detroit estaban infligiendo a sus residentes: el posible desahucio de decenas de miles de personas, tal vez 100.000, todas desplazadas al mismo tiempo.

No es de extrañar que pareciese que todo el mundo se quedaba atascado en las puertas giratorias de dicho edificio el último día para pagar o acordar un plan de pago del impuesto de bienes inmuebles atrasado. El ayuntamiento había avisado de que quienes no pagaran ese día perderían sus viviendas por la vía de la ejecución fiscal, el procedimiento por el cual el gobierno local se hace con la propiedad de una vivienda por impago del impuesto de bienes inmuebles.

"Oh, Dios mío", exclamó una mujer muy abrigada cuando vio aquel río de gente con sus documentos en sobres y carpetas de todo tipo bajándose de coches, caminando encorvados con la ayuda de andadores, conduciendo ciclomotores eléctricos, siendo empujados en sillas de ruedas o simplemente agolpándose para tratar de llegar a pie al edificio. Era una tarde gris y excesivamente fría para esa época del año. Al día siguiente, en mitad de una pradera sin nieve de la Sierra Nevada, el gobernador de California anunciaría las primeras restricciones de agua de la historia de ese estado debido a una sequía sin precedentes vinculada al cambio climático. Mientras tanto, en Michigan, los habitantes de la ciudad se enfrentaban a otro tipo de catástrofe, en cuyo origen también estaba la acción humana: posiblemente la mayor ejecución fiscal en la historia de Estados Unidos.

"Es el último día para pagar", gritó una mujer de camino hacia el cubículo acristalado giratorio dirigiéndose a un transeúnte que había aminorado el paso al ver aquel tumulto. En el interior, un funcionario de la oficina del sheriff del condado de Wayne convertido en "controlador de tránsito" bramaba instrucciones a una serpenteante fila de gente. "En el octavo piso les darán un número. ¡Guarden ese número! Luego bajen al quinto piso".

El octavo piso, sin embargo, resultó no ser más que otro embotellamiento humano, un espacio para retener a miles de propietarios angustiados que tenían por delante horas de espera antes de llegar a la mesa de alguno de los funcionarios sobrecargados de trabajo en el quinto piso. Con todo, como me dijo un repartidor de la oficina postal que se quedó boquiabierto ante semejante fiasco, había menos agitación de la que había habido solo unos días antes, cuando la oficina del tesoro tuvo que alquilar la Segunda Iglesia Bautista al otro lado de la calle. Allí es donde la gente esperó para poder atravesar las puertas giratorias y subir en ascensor hasta el octavo piso antes de descender al quinto para... bueno, ya se harán una idea.

Lo cierto es que toda la semana fue un horrible caos. Corrían rumores de que un día antes había fallecido una mujer en el ascensor, entre el octavo y el quinto piso, cuando iba a "hacer arreglos", eufemismo para "acordar un plan de pago" que podría salvar tu vivienda.

"¿Y qué pasa si no puedes pagar?" me preguntó un hombre delgado mientras esquivábamos una nueva ola de gente que salía del cilindro de cristal.
"Pues que subastan tu casa", respondí.

"¿En serio?", preguntó alucinado.
Estaba esperando a su hermana, que había acudido hasta allí para hacer estos "arreglos". Él no tenía que preocuparse por nada de todo eso, me explicó, pues desde que perdió su trabajo, que era el que le proporcionaba alojamiento, había estado viviendo en moteles. Tanto el Victory Inn, en el corazón de Dearnborn, como el Viking, en frente del casino Motor City estaban razonablemente bien, me aseguró, pero el más barato de todos era el Royal Inn en Eight Mile, que costaba 35 dólares la noche más 10 dólares de fianza. El único y enigmático comentario en Yelp sobre ese establecimiento decía: "Sin duda el lugar escogido donde pasan cosas absolutamente normales".

Planificar un infierno municipal
En algún momento Detroit fue famosa por crear las versiones más grandes y más espectaculares de lo que sea que sus residentes se propusieran, ya fuesen cadenas de montaje, sellos discográficos o asociaciones sindicales revolucionarias. A la ciudad se le atribuye la invención y producción en serie del propio siglo XX, mientras de manera simultánea sus trabajadores se ponían al frente de las revueltas contra las injusticias de la época. Sus fábricas pusieron al mundo sobre ruedas e impulsaron la legislación laboral. Sus trabajadores y pensadores provocaron y alentaron algunos de los movimientos de resistencia más influyentes del país.

Detroit: cada artículo sobre ti debería incluir una carta de amor, una nota de agradecimiento, una lección de historia ya que sin ti...

Sin embargo son muy pocos los que advierten que la ciudad que fuera el arsenal del siglo XX también puede servir de modelo para una época más precaria. Lo que nos devuelve a las ejecuciones fiscales en serie del momento actual. Más de 60.000 viviendas, aproximadamente la mitad de ellas ocupadas, van a ser subastadas. Se calcula que unos 100.000 residentes –alrededor de la séptima parte del total– se encaminarían hacia lo que muchos ya llaman una "cinta transportadora" de desahucios.

Es una imagen que se viene rápidamente a la cabeza en una ciudad cuyas fábricas de automóviles fueron famosas por sus eficientísimas plantas de producción. Lamentablemente, estos días resulta demasiado fácil imaginarse la versión del siglo XXI de una clásica cadena de montaje de Detroit procesando a sus propios residentes, trabajadores, y jubilados: todos los que ya no necesita, los demasiado viejos, los demasiado jóvenes, los poco preparados, los demasiado ineficientes para una ciudad posbancarrota. Al parecer, hay que convertir a estos indeseables en un montón de refugiados económicos subidos en una cinta transportadora hacia ninguna parte. Aunque a todo el mundo le gusta oír hablar de la legendaria Detroit industrial, nadie quiere saber nada de su descendencia desindustrializada y mucho menos de sus ejecuciones: otra vez no.

Mike Shane, residente en Detroit y uno de los promotores del grupo anti-ejecuciones Moratorium Now! (¡Moratoria Ya!), lo sabe mejor que nadie. "Llamamos a la prensa y responden, dadnos cualquier cosa menos ejecuciones", me dice con tristeza.

Unir los puntos
El 31 de marzo algunas personas consiguieron hacer los "arreglos" necesarios para salvar sus hogares. Entre ellas se contaba una mujer con un peinado al estilo Hillary Clinton que llevaba viviendo en la calle Winthrop desde los años sesenta pero que, como muchas otras personas de clase trabajadora, se había retrasado en el pago de impuestos. "Me preguntaron, '¿Por que no pagó el impuesto de bienes inmuebles?'", explicaba mientras descansaba en uno de los bancos del primer piso. "Y yo dije, 'porque me dio un infarto'".

El año pasado, recordaba, la vivienda de una vecina iba a sacarse a subasta pública. Un hombre que vivía en el mismo bloque reconoció la dirección en la lista de propiedades que se subastaban y compró de nuevo la casa para ella, me cuenta. "Le dijo a la mujer 'páguemela cuando pueda, si puede'".

Detroit está llena de historias parecidas repletas de un terco sentido de esperanza. Pero hay muchísimas más direcciones en la lista de ejecuciones que vecinos angelicales. A primera hora de la tarde de ese último día de marzo, con el edificio a punto de reventar con miles de personas en su interior, la oficina del condado admitió su incapacidad de hacer frente a la situación y amplió el plazo de las ejecuciones otras seis semanas.

"No sé si será porque están absolutamente desbordados", se preguntaba Mary Crenshaw, una mujer de ojos hundidos que se sintió aliviada con el anuncio, pues le daba tiempo a recibir el pago único de jubilación de British Airways, su antiguo empleador. Había venido a salvar su vivienda familiar en Highland Park, una pequeña ciudad absorbida por Detroit cuyas casas lucían antaño suelos de roble y ventanas de cristal biselado. Hoy más de la mitad están vacías, los jardines descuidados, las ventanas clausuradas, los antiguos propietarios expulsados del vecindario después de verse atrapados en una de esas cintas transportadoras de ejecuciones.

Después de todo, esta crisis de ejecuciones fiscales viene pisándole los talones al último gran desalojo de la ciudad: el desastre hipotecario de 2008, que se expandió por Detroit como una marejada arrastrando fuera de ella a casi un cuarto de millón de personas y dejando a su paso decenas de miles de propiedades desocupadas.

El hecho de que el gobierno de la ciudad esté amenazando con desahuciar a lo largo de este año a la séptima parte de los habitantes que le quedan por no haber pagado el impuesto de bienes inmuebles podría parecer un tanto absurdo hasta que uno empieza a unir los puntos: los cortes de agua masivos, el cierre de docenas de escuelas públicas, el abandono de las bocas de incendios en determinados barrios y ahora esta avalancha de ejecuciones.

Al observar el patrón que aparece se ve que Detroit no es solo una ciudad en mitad de un "revival", como aseguran los inversores  y los medios nacionales. Es verdad que está habiendo nuevos desarrollos urbanísticos en algunos barrios y que los funcionarios municipales anuncian grandes cambios, a menudo ilustrados con documentos coloridos que muy bien podría haberlos formateado un equipo de magos del diseño gráfico en la parte de atrás de los autobuses de Google en San Francisco.

Pero esa es solo una parte de la historia de Detroit. Para sus habitantes con pocos recursos, negros y viejos, Detroit no es una ciudad en auge sino asediada.

Una emergencia que no se acaba nunca
Una ventosa tarde de sábado, justo dos semanas antes de la fecha límite para las ejecuciones, en la Old Christ Church, la iglesia protestante más antigua de Michigan, tuvo lugar una asamblea popular de emergencia en contra de las ejecuciones fiscales donde se trató el asunto. Era una de las varias "asambleas populares" que se habían convocado para discutir la última crisis de una ciudad a la que no le han faltado en los últimos años. Antes de las asambleas sobre ejecuciones fiscales hubo asambleas en contra de las ejecuciones hipotecarias, campañas anti-desahucios (Emergency Pack-The-Court Actions), en defensa de las pensiones y los servicios (Emergency Town Halls to Defend City Pensions & Services), en contra de la gestión del director financiero de emergencia (Emergency Meetings Against the Emergency Financial Manager), etc.

"Emergencia" ha sido la palabra del momento durante años y años. Ese sentido de urgencia interminable invadiéndolo todo lo encontramos también en la literatura de estos grupos, en las chillonas letras mayúsculas, en los equivalentes tipográficos de los signos de exclamación. Cuando me enteré del último acto que acababa de tener lugar estaba en una reunión con Mike Shane y le dije: "No ha habido una sola vez en los tres años que llevo viniendo a Detroit que al llegar no fuerais a celebrar una asamblea popular de emergencia al sábado siguiente".

Shane se rió. "Sí, es cierto", contestó. "Llevamos así más o menos desde 2007".
Ese día la Old Christ Church tiritaba de frío. Del banco ubicado a mis espaldas llegó el crujido de los abrigos de dos niños que se retorcían. A su lado estaban sentados su abuela y su abuelo, Lula y Daryl Burke, que habían venido a contar cómo se vendió su casa en una subasta pública el año anterior. Lula explicó que con la ayuda de la plataforma anti-desahucios Detroit Eviction Defense, un movimiento de base, habían logrado convencer al comprador de que les vendiese la que había sido su casa.

Su propia iniciativa también ayudó. La mujer recordaba haberle dicho al inversor que había adquirido su casa en la subasta que ahora podía intentarvender la vivienda a otro. Pero claro, antes de que pudiera hacerlo, ella estaba dispuesta a vaciarla por completo. "No va a tener ni caldera ni baño ni puertas ni ventanas, ni siquiera interruptores de luz", le advirtió.

En la pared detrás del altar había tres ángeles vestidos de blanco pillados en mitad de sus juegos, ignorantes de las condiciones actuales de la que una vez fuera su majestuosa ciudad. Delante de ellos estaba el abogado Jerry Goldberg, un destacado activista en contra de las ejecuciones hipotecarias. "¿Vamos a permitir 62.000 ejecuciones más este año?" tronó su voz, su rostro cada vez más rojo. Me enteré luego de que, años atrás, Goldberg había vendido cacahuetes en el viejo estadio de los Tigres de Detroit (hoy convertido en un aparcamiento), donde supo sacar buen provecho a su implacable vozarrón.

"¡No!", respondió enfáticamente a su propia pregunta. "¿Vamos a permitirles que conviertan nuestros barrios en un montón de estanques?"

Quizá debería haber comenzado por ahí: en algunos de esos últimos y llamativos documentos de planificación de la ciudad elaborados con Adobe InDesign, ciertos barrios decadentes aparecen transformados en estanques. O, para ser más precisos, han sido convertidos en "depósitos de retención de agua", que los planificadores creen que permitirán a la futura Detroit gestionar mejor las aguas pluviales.

Minutos antes, Alice Jennings, una de las más célebres abogadas por la justicia social de la ciudad, había explicado que, según los documentos de planificación de Detroit, está previsto que esos depósitos de retención se construyan encima de barrios actualmente habitados. Es decir, también hablamos de estanques al hablar de ejecuciones fiscales en Detroit.

"¡No!", gritó Goldberg una vez más. "Tenemos que parar estas ejecuciones con una moratoria, una suspensión! ¡La idea de que eso no se puede hacer es absurda! ¡El Tribunal Supremo ya declaró en 1934 que durante un periodo de emergencia la necesidad de sobrevivir de las personas prevalece sobre cualquier contrato financiero! ¡El gobernador tiene la responsabilidad de declarar el estado de emergencia!"

Todas sus frases terminaban con signos de exclamación y en la iglesia resonaba aquel torrente de palabras. En un universo al revés Goldberg habría sido un subastador experto en vez de un hombre desesperado por salvar todas esas viviendas y a sus habitantes.

Quisiera dejar claro que Goldberg no está sugiriendo otra de esas declaraciones de emergencia que han servido a los gobernadores de Michigan para nombrar a dedo directores de emergencia para los municipios y distritos escolares desde Detroit hasta Muskegon Heights. En vez de eso, lo que está pidiéndole al gobernador es que declare el estado de emergencia bajo la ley 10.31 de Michigan, lo que permitiría a quien ocupe su puesto "promulgar ordenanzas, reglamentos y normas para proteger la vida y la propiedad" incluyendo, por supuesto, la paralización de las ejecuciones fiscales. En 1933 medidas similares permitieron a la legislatura de Michigan aprobar la Ley Moratoria Hipotecaria, luego confirmada por el Tribunal Supremo, que imponía la paralización de las ejecuciones hipotecarias durante 5 años.

Detrás de la aprobación de esa moratoria hubo, entre otras cosas, un Partido Comunista nacional bien organizado, cientos de consejos de trabajadores, miles de desahucios paralizados mediante la desobediencia civil y –me atrevería a decir, aunque no tengo pruebas documentales– un ingente número de "asambleas de emergencia".

¡Ay de aquellos que meditan iniquidad!
A última hora de la tarde Goldberg estaba descansando sus cuerdas vocales y aproximadamente una docena de personas del público esperaban en fila para acercarse al micrófono, entre ellas Cheryl West, un pequeña mujer de pelo gris que abrazaba con fuerza una gruesa Biblia contra su estómago. Cuando le llegó el turno de hablar empezó diciendo: "Perdí la que fue mi casa durante 60 años". No había ni rastro de amargura en su voz, tan solo un toque de asombro e incredulidad. "Ha sido una verdadera odisea. Una verdadera odisea".

"Permítanme hacer un poco de historia", continuó. "Toda mi familia está muerta. Mi padre fue el primer profesor de música afroamericano de Detroit, posiblemente de todo el estado de Michigan. Trabajó en las escuelas del estado. Vivió en esa misma casa. Vivió allí las revueltas de 1967, estábamos justo en el lugar donde comenzaron. Mi hermana era periodista y durante las revueltas fue una de las personas que sacó la historia en los medios porque entonces trabajaba para la UPI. Mi hermana apareció en la portada del London Times, hasta allí viajaron sus noticias de la ciudad ardiendo a nuestro alrededor".

Luego, después de hacer unos pocos comentarios más sobre su pasado, abrió la Biblia. "Como estamos en una iglesia...", dijo a modo de explicación y empezó a leer del Libro de Miqueas. Se saltó el principio:
"¡Ay de aquellos que meditan iniquidad,
que traman maldad en sus lechos
y al despuntar la mañana lo ejecutan,
porque está en poder de sus manos!
Codician campos y los roban,
casas, y las usurpan;
hacen violencia al hombre y a su casa,
al individuo y a su heredad".
Indudablemente asumió que todos en la iglesia estaban familiarizados con tales "iniquidades" y las líneas bíblicas que las acompañaban. Al fin y al cabo, en los últimos años habían vivido la crisis de la ejecuciones hipotecarias de 2008, la imposición de un director de emergencia para la ciudad, cortes de agua masivos y recortes importantes de las pensiones en el caso de los trabajadores municipales, por no hablar de todos los males anteriores.

En su lugar leyó los versos que más le gustaban, esos que, según dijo, le había mostrado Dios cuando perdió su casa:
"A los que pasan seguros
volviendo de la guerra,
les despojáis del manto
que llevan sobre sus vestidos.
A las mujeres de mi pueblo
echáis fuera de las casas de sus delicias,
y a sus niños despojáis
de mi gloria para siempre".

Hizo una pausa y de repente, con una voz sorprendentemente poderosa, gritó la siguiente línea: "¡Levantaos e idos!"

Su admonición reverberó entre aquellas paredes. Y entonces, sonriéndose de su propia audacia, añadió: "The end".

Poco después salimos de la iglesia. Pero ese no fue el final. Nunca lo es.
Ya hay, por ejemplo, una nueva fecha tope, el 12 de mayo, para que los residentes acuerden un plan de pago para no perder sus casas a causa de una ejecución fiscal. Eso ofrece más tiempo a la gente para atravesar las puertas giratorias de la Oficina del Tesoro del Condado de Wayne, subir hasta el octavo piso e ir luego al quinto, todo en un intento de encontrar la manera de bajarse de la cinta transportadora hacia ninguna parte. Y, por supuesto, también les concede más tiempo para celebrar asambleas populares con el fin de impedir, de una vez y para siempre, que siga funcionando esa cadena de montaje de desahucios y expulsión.

Sin embargo, incluso si esto sucediera, es indudable que estas reuniones, convocadas con muchas mayúsculas y signos de exclamación, seguirán existiendo. Se han convertido en parte integrante de esta ciudad, como lo son las mujeres y los hombres que las organizan, las iglesias que las alojan y los barrios cuya supervivencia depende de ellas. Después de todo, la peor injusticia no sería aquello que convocase la próxima asamblea popular de emergencia sino la posibilidad de una futura Detroit sin tales reuniones, una en la que estos encuentros y esta gente hubieran desaparecido, en la que todas las historias hubieran sido suprimidas. Imaginen entonces la peor iniquidad de todas, esa contra la que tantos están luchando: una Detroit donde las calles que una vez estuvieron pobladas hayan sido sumergidas en el silencio de los depósitos de retención de agua, donde los residentes de toda la vida hayan sido dispersados y desplazados por la cinta transportadora de las ejecuciones, y donde no quede nadie que sepa la historia de lo que fue anegado.

Laura Gottesdiener es una periodista freelance radicada en Nueva York. Autora de A Dream Foreclosed: Black America and the Fight for a Place to Call Home, ha publicado en Mother Jones, Al Jazeera, GuernicaPlayboyRollingStone.com, y lo hace habitualmente en TomDispatch.

Fuente:  http://www.tomdispatch.com/blog/175983/

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EE.UU.TODO LO QUE ESTÁ ARRIBA PUEDE BAJAR.



China humilla a Estados Unidos y marca el ritmo en la nueva geopolítica

Rebelión
CEPRID
25.04.2015


Han transcurrido cinco años desde que China decidió aprovechar el momento de debilidad de Occidente, como consecuencia de la crisis financiera, para jugar un papel más enérgico en la política internacional. China es China, y su concepto del tiempo no tiene mucho que ver con el Occidental. Ya lo dice uno de sus proverbios, “no temas ser lento, sólo detenerte”. Por eso China no tenía previsto alterar el tablero internacional hasta el año 2027 (1), fecha para la que consideraba habría alcanzado la paridad estratégica en todos los aspectos (políticos, económicos y militares) con EEUU. Para ello, fue tejiendo una cautelosa red de influencia en todo el mundo -África, Asia, América Latina- a través de lo que los académicos chinos denominan “el consenso de Beijing” y que no es otra cosa que la puesta en práctica de un modelo político y diplomático que prefiere desarrollar el “poder blando” –diplomacia, no injerencia y multipolaridad- en contraposición al modelo tradicional estadounidense y occidental de intervención militar, unipolaridad e interferencia política.

Pero la prepotencia de EEUU ha hecho que China haya acelerado sus pasos hasta llegar a la humillación pública de EEUU con la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), el competidor formal del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. El sistema diseñado en Bretton Woods en 1945 está agonizando y China es en gran parte responsable de ello. Surge un nuevo mundo en el que el imperio ya no es imperio y en el que sus instituciones pasan a ocupar un papel secundario en la política internacional.

Puede que alguien piense que estas afirmaciones son algo aventuradas, pero no lo son en absoluto. EEUU ha hecho todo lo posible y lo imposible porque el BAII no cuajase, desde presionar a los países para que no se sumasen al mismo hasta intentar desacreditarlo argumentando, entre otras cosas, que “no cumple con los estándares internacionales de transparencia, buen gobierno y equidad” (sic). Como si el BM o el FMI fuesen modelos de todo ello.

Y eso lo dice un país que lleva desde 2010 negándose a cumplir el acuerdo a que se había llegado en el FMI y en el BM de otorgar más poder a las llamadas “economías emergentes”. En virtud del mismo, China se convertiría en el tercer mayor contribuyente del FMI, por detrás de EEUU y Japón. Pero eso tenía que ir en detrimento de alguien, y ese alguien eran tanto la Unión Europea como EEUU y Japón. Y EEUU ha impedido cualquier reforma desde entonces porque de hacerlo perdería su mayoría de bloqueo.

China aguardó pacientemente que ese cambio se produjese y ofrecía un argumento de peso: es la primera potencia económica del mundo y tiene el 3’8% de los derechos de voto en el FMI, mientras que países como Holanda cuentan con el 2% o EEUU, la segunda economía mundial, con el 16’8%. Aún así, se conformaba con el tercer lugar.

Pero el tiempo pasa y China ha dicho basta, y lo ha hecho de una forma indubitable: son 57 los países que han decidido formar parte del BAII y los hay de los cinco continentes. Pero algunos no son países cualquiera, sino aliados estrechos de EEUU hasta ahora como Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, Arabia Saudita, Israel o Australia por mencionar sólo algunos de ellos. Incluso Japón, reacio en un primer momento y principal contribuyente al hasta ahora hegemónico Banco Asiático de Desarrollo (en el que China sólo tiene el 5’5% de participación, aunque ha buscado un porcentaje mayor y siempre se ha encontrado con el veto de Japón, que tiene el 18’7%), ahora está pensando su participación en el BAII. Pero aunque se incorpore, ya llega tarde.

Es un golpe demoledor a EEUU. Aunque parezca sorprendente, toda la historia del BAII parece haber pillado a EEUU con el pie cambiado. Acostumbrado como está a que nada en el mundo se hacía sin su consentimiento o conocimiento, daba por hecho que su sola oposición iba a desalentar a sus aliados. Pero no. Y cuando comenzó a constatar su fracaso recurrió a lo de siempre: a las amenazas y “recomendaciones”. Es lo que ocurrió al menos con tres países, Gran Bretaña, Singapur y Corea del Sur. Esto es lo que se ha hecho público, aunque seguro que hubo más casos. Pero de esos tres sólo Corea del Sur se achantó, aunque el pasado 11 de abril pidió finalmente el ingreso tras un fortísimo debate entre las fuerzas políticas coreanas y tras haber negado China el ingreso en el BAII a Corea del Norte. A última hora también pidió su ingreso Taiwán, otro aliado tradicional de EEUU, aunque China está estudiando la forma de participación que tendrá.

Como es lógico, el “entusiasmo” de algunos países occidentales no tiene nada que ver con una ruptura con EEUU ni con las instituciones de Bretón Woods, que tan bien les han servido y utilizado, sino con la pretensión de lograr grandes contratos y, lo más importante, para seguir recibiendo el dinero chino que ayuda a sostener sus debilitadas economías.

El fracaso de EEUU para evitar que tan alto número de países se sumen al BAII es sonoro y sienta un precedente para que muchos países comiencen a distanciarse, y a resistir, sus presiones. China tiene casi 4 billones de dólares en sus reservas y un volumen de dinero muy superior a todas las instituciones de Bretton Woods juntas, lo que hace que su nivel de prestación de ayuda a las naciones –sobre todo en desarrollo de infraestructuras- sea mucho mayor. Por lo tanto, era inevitable que China pusiese en marcha iniciativas como la del BAII, que no será la única puesto que el país del centro, que es lo que significa China, está decidido a crear su propio eje alternativo en los asuntos financieros mundiales.

En un último intento de poner puertas al campo, Obama, justo antes de ir a la Cumbre de las Américas, “mostró su preocupación” porque China utilice “su tamaño y su músculo para intimidar a las naciones” (2) porque, además del BAII, China ha firmado en lo que va de mes un acuerdo con Pakistán para suministrarle material militar, con Irán y Pakistán para construir un oleoducto que llevaba parado desde el 2012 por presiones de EEUU sobre Pakistán –y esta es la primera consecuencia del acuerdo preliminar sobre el programa nuclear de Irán y la disposición manifiesta de China de comerciar a todos los niveles con este país islámico- y porque China ha sido el único país que ha enviado buques de guerra al puerto de Adén (Yemen) para evacuar a sus ciudadanos pese a las amenazas vertidas por Arabia Saudita para que ningún buque recalase en una ciudad controlada por las milicias huzíes dado que podría ser objeto de sus ataques aéreos. Lo curioso del caso es que Obama lo ha dicho sin sonrojo alguno. Como dice un refrán español: “piensa el ladrón que todos son de su condición”. Como EEUU lo hace, ahora que el imperio ya no es imperio, o es mucho menos imperio, se permite el lujo de dar lecciones de moral. Si alguien quiere hacer un estudio de la hipocresía, aquí tiene un ejemplo perfecto.

Qué es el BAII
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura fue propuesto en octubre de 2013 por el presidente chino, Xi Jinping, en un discurso ante el parlamento de Indonesia y se constituyó formalmente el 24 de octubre de 2014 en una ceremonia en Beijing con los representantes de los 21 países inicialmente considerados fundadores: China, India, Tailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, Pakistán, Bangladesh, Brunei, Camboya, Kazajstán, Kuwait, Laos , Myanmar, Mongolia, Nepal, Omán, Qatar, Sri Lanka, Uzbekistán y Vietnam. Es curioso que Indonesia, el país donde se propuso, no formase parte inicialmente del mismo, aunque un mes más tarde rectificó y solicitó su ingreso como miembro fundador. Y es significativo que dos países con los que China tiene litigios históricos, como India y Vietnam, se hayan incluido desde el primer momento porque pone de manifiesto que la política china que se recoge en “el consenso de Beijing” es algo más que una mera retórica.

Como también se ha dicho antes, en la actualidad son 57 los países que forman parte del BAII, entre ellos Rusia, Sudáfrica, Irán y Brasil. En total, son 34 países asiáticos, 18 europeos, 2 africanos, 2 oceánicos y un latinoamericano.

Tiene como objetivos la infraestructura básica, la electricidad, el acceso al agua potable, la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales y medios de transporte. Tendrá una capitalización cercana a los 100.000 millones de dólares, en su mayor parte proporcionados por China.

No obstante, y para diferenciarse de EEUU en el FMI y el BM, China rechaza expresamente tener la mayoría del capital en votos por lo que su decisión nunca será un motivo de bloqueo mecánico. En el FMI basta con que EEUU diga que no para que algo no se haga. En el BAII no habrá una situación similar y no habrá condiciones a los países, al estilo de los “programas de ajuste” del FMI, porque con el BAII “habrá que cooperar con las autoridades de zonas en vías de desarrollo, respetar sus costumbres, y se tendrán que diseñar instrumentos financieros eficientes, adaptados a cada caso y no uniformes”, como hacen el FMI o el BM. Es decir, por mucho que algunos quieran hacer ver que el BAII es un “complemento” del FMI y el BM, no tiene nada que ver, es su claro reemplazo.

China no quería bajo ningún concepto que se pudiese comparar su modelo de “poder blando” con los métodos utilizados por EEUU en los últimos 70 años con las instituciones surgidas de Bretton Woods. Es decir, sin ser considerado un país que se entromete en los asuntos de los países y con presiones políticas en ellos. Eso lo logra claramente con el BAII.
Pero también China lleva años fortaleciendo su moneda, el yuan o renmimbi, internacionalizada ya de hecho, que no de derecho y que es su prioridad número uno en la presión que viene haciendo para que se revisen las cuotas de la cesta de la moneda de reserva del FMI. Ese es el comienzo del fin del dólar, la baza estratégica de China porque no falta mucho para que el yuan o renmimbi (que significa “moneda del pueblo”) va de forma clara a convertirse en moneda de reserva mundial, disputando la hegemonía al dólar.

En la actualidad el yuan o renmimbi ya es el quinto medio de moneda de pago favorito de los países, y eso que no es divisa internacional todavía. Mientras la moneda china sube, el dólar baja. Por ejemplo, si hace cinco años el dólar suponía el 72% de las reservas de divisas del mundo, ahora sólo es el 62%, mientras que el yuan o renmimbi ya está en el 2’9% (y no es divisa internacional aún) y las previsiones son que este mismo año 2015 se sitúe en el 10% si, tal y como quiere China y se verá obligado a reconocer el FMI, la moneda china pasa a ser parte del sistema de derechos especiales de giro. El camino hacia la desdolarización mundial se acelera, y tanto China como Rusia tienen mucho que ver en ello.

El BAII se suma a otra iniciativa que está en marcha y que será operativa el año que viene, el Banco de Nuevo Desarrollo de los BRICS. En él también China va a tener una participación mayoritaria, el 41% del capital. Serán otros 100.000 millones de dólares, de los que Rusia, Brasil e India pondrán cada uno 18.000 millones, Sudáfrica 5.000 millones y el resto China. Luego en el 2016 habrá otro orden geopolítico claro, especialmente en el ámbito económico aunque no sólo. Todos los países BRICS están también en el BAII.

Esto es lo que preocupa a EEUU y a la UE. Por eso los esfuerzos de Washington para contener lo incontenible. El nacimiento de una estructura multilateral debe ser bienvenido porque asentado el poder económico, vendrá un subyacente poder militar capaz de bloquear a la OTAN. En este sentido, es relevante lo que ocurra este año en la XIV cumbre de Jefes de Gobierno de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) que tendrá lugar en China, aún sin tener fecha señalada aunque inicialmente se hablaba de ella para este verano. No obstante, y dado que Irán ha pedido ser miembro de pleno derecho de la OCS y que el 30 de junio es la fecha tope para la firma definitiva o no del acuerdo sobre su programa nuclear, es muy probable que se retrase dicha cita hasta finales de año si el acuerdo finalmente no se rubrica dado que Irán habla de que sólo habrá firma final si ese mismo día se levantan las sanciones a que está sometido, a lo que se opone EEUU.

Adiós a la Asociación Trans-PacíficoPero esto no es todo. El BAII ha herido de muerte a la Asociación Trans-Pacífico (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, EE.UU. y Vietnam) que con tanto empeño y cuidado montó EEUU para dejar fuera a China. Ahora los chinos le han devuelto el golpe, y con creces. También por la chulería o prepotencia de EEUU, que durante tres años ha estado retrasando el acuerdo final de la ATP por un enfrentamiento con Japón y Canadá por temas agrícolas y de la industria automotriz. A primeros de este año el Congreso de EEUU decidió retrasar el tema hasta 2017, lo que dio argumentos a algunos de los integrantes de la ATP (como Australia y Singapur, por ejemplo) para sumarse al BAII. Ahora, una vez que estos dos países han decidido formar parte del BAII, el comité del Congreso estadounidense ha decidido tramitar la ATP “por la vía rápida”. Pero, al igual que con el dilema al que se enfrenta Japón, aunque se haga también llega tarde.

Este impasse ha sido, también, aprovechado por China, que ha propuesto que una vez esté en marcha el BAII, se ponga en funcionamiento el Área de Libre Comercio del Asia-Pacífico, con lo que liquida la ATP. Aquí los países latinoamericanos tendrán que entrar, algo que no han hecho ahora en el BAII.

Tomado todo esto en conjunto, representa la más formidable humillación hecha jamás a EEUU y el desafío geopolítico de este siglo XXI que se va a parecer muy poco al siglo XX. Es cierto que aún hay incógnitas por despejar, como si el proceso de des-dolarización de la economía va a ser lento o rápido –y, por el momento, tanto el BAII como el BD de los BRICS van a funcionar en dólares- pero es un hecho que todo indica que esto es coyuntural, como se ha indicado antes con el interés de China por internacionalizar el yuan o renmimbi.

Estamos asistiendo a la profundización estratégica de China y a unos momentos que pasarán a la historia. La creación del BAII supone el fin de rol de EEUU como garante del sistema económico mundial. No es extraño que China haya considerado “una aplastante victoria” (3) la incorporación de tantos países al BAII pese a las presiones de EEUU.

Notas:
(1) Zhang Xiaotong, ideólogo del PCCh y uno de los artífices de la nueva política exterior china, lo afirmaba en un artículo publicado en diciembre de 2009.
(2) Reuters, 10 de abril de 2015.(3) Global Times, 7 de abril de 2015.
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1992

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EL NUEVO "ORDEN" - DESORDEN SOCIAL QUE NOS ESTÁ DESTRUYENDO


Sabían exactamente lo que hacían

El nuevo desorden mundial
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Rebelión
counterpunch.org
21.04.2015

Y luego está el auge de China. No hay duda de las enormes ganancias que ha generado el capitalismo en China; las economías de China y Estados Unidos son sorprendentemente independientes. Cuando hace poco un veterano sindicalista estadounidense me preguntaba qué le había pasado a la clase obrera estadounidense, mi respuesta fue inmediata: la clase obrera estadounidense está ahora en China. Sucede además que China no está ni remotamente cerca de ocupar el lugar de Estados Unidos. Las cifras que manejan los economistas muestran que, en lo que verdaderamente cuenta, los chinos todavía están por detrás. Si observamos los porcentajes por Estados de familias millonarias del mundo en 2012 tenemos: Estados Unidos, 42,5%; Japón, 10,6%; China, 9,4%; Gran Bretaña, 3,7%; Suiza, 2,9%; Alemania, 2,7%; Taiwán, 2,3%; Italia, 2%; Francia, 1,9%. Así que, en términos de fuerza económica, Estados Unidos continúa teniendo buenos resultados. En muchos mercados claves –industria farmacéutica, industria aeroespacial, programas informáticos, equipo médico– domina Estados Unidos. Las cifras de 2010 mostraron que tres cuartos de las doscientas mayores empresas exportadoras de China –y son estadísticas chinas– son de propiedad extranjera. Hay muchísima inversión extranjera en China, a menudo de países vecinos como Taiwán. Foxconn, que fabrica ordenadores para Apple en China, es una empresa taiwanesa.

La idea de que los chinos van a hacerse de repente con el poder y ocupar el lugar de Estados Unidos es una tontería. Es inverosímil militarmente; es inverosímil económicamente; y política e ideológicamente es obvio que tampoco es el caso. Cuando comenzó el declive del Imperio británico, décadas antes de que se desmoronara, la gente sabía lo que estaba pasando. Tanto Lenin como Trotsky se dieron cuenta de que los británicos se estaban hundiendo. Hay un discurso maravilloso de Trotsky, pronunciado en 1924 en el marco de la IV Internacional Comunista en el que, con un estilo inimitable, hizo las siguientes declaraciones sobre la burguesía inglesa:

Su carácter ha sido moldeado a lo largo de siglos. La autoestima de clase ya está en su sangre y su médula, sus nervios y sus huesos. Será muy difícil quitarles la confianza en sí mismos como dirigentes mundiales. Pero el americano se la quitará lo mismo cuando se ponga manos a la obra en serio. En vano se consuela el burgués británico pensando que servirá de guía al inexperto americano. Sí, habrá un periodo de transición. Pero el quid de la cuestión no está en los hábitos del liderazgo diplomático sino en el poder real, el capital y la industria existentes. Y los Estados Unidos, si nos fijamos en su economía, desde la avena hasta los grandes acorazados de última generación, ocupan el primer lugar. Producen todas las necesidades básicas hasta alcanzar entre la mitad y los dos tercios de lo que se produce en todo el mundo.

Si cambiáramos el texto, y en vez del "carácter de la burguesía inglesa" dijéramos el "carácter de la burguesía estadounidense ha sido moldeado durante siglos [...] pero el chino se la quitará lo mismo", no tendría sentido.
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¿Dónde vamos a terminar al final de este siglo? ¿Dónde estará China? ¿Prosperará la democracia occidental? Una cosa que ha quedado clara en las últimas décadas es que no ocurre nada a menos que la gente quiera que ocurra; y si la gente quiere que ocurra, empieza a moverse. Uno hubiera pensado que los europeos aprenderían algo del desplome provocado por la reciente recesión y actuarían, pero no lo hicieron: se limitaron a poner tiritas y a esperar que la herida dejara de sangrar. Entonces, ¿dónde deberíamos buscar la solución? Uno de los pensadores más creativos hoy en día es el sociólogo alemán Wolfgang Streeck, que insiste en que se necesita desesperadamente una estructura alternativa a la Unión Europea y en que ésta exigirá más democracia en cada una de las etapas, tanto a nivel provincial y de ciudades como a nivel nacional y europeo. Hace falta un esfuerzo concertado para encontrar una alternativa al sistema neoliberal. Ya tenemos un principio en Grecia y en España, y podría extenderse.

Mucha gente en Europa del Este siente nostalgia de las sociedades anteriores a la caída de la Unión Soviética. Los regímenes comunistas que gobernaron el bloque soviético después de la llegada de Khrushchev al poder podrían describirse como dictaduras sociales: regímenes esencialmente débiles con una estructura política autoritaria, pero con una estructura económica que ofrecía a la gente más o menos lo mismo que la socialdemocracia sueca o británica. En una encuesta realizada en enero, el 82% de los encuestados en la antigua Alemania del Este dijeron que se vivía mejor antes de la reunificación. Cuando se les preguntó los motivos, dijeron que había más sentido de comunidad, más instalaciones, el dinero no era lo principal, la vida cultural era mejor y no se los trataba como ciudadanos de segunda clase, como ocurre ahora. La actitud de los alemanes occidentales hacia los orientales no tardó en convertirse en un problema serio; tan serio que el segundo año después de la reunificación, Helmut Schmidt, el ex canciller alemán y no precisamente un radical, dijo en la conferencia del Partido Social Demócrata que los alemanes del este estaban siendo tratados de manera absolutamente equivocada. Dijo que no se podía seguir ignorando la cultura de Alemania del Este; y que si tuviera que elegir los tres mejores escritores alemanes escogería a Goethe, Heine y Brecht. A los asistentes se les cortó la respiración cuando nombró a Brecht. Los prejuicios contra el Este estaban profundamente arraigados. La razón por la que las revelaciones de Snowden impactaron tanto a los alemanes es que de pronto resultó evidente que estaban viviendo bajo vigilancia permanente, cuando una de las mayores campañas ideológicas en Alemania Occidental tuvo que ver precisamente con el daño causado por la Stasi, que se dijo espiaba a todos en todo momento. Bien, la Stasi no tenía capacidad tecnológica para un sistema de espionaje omnipresente: en la escala de vigilancia, Estados Unidos está muy por delante del viejo enemigo de Alemania Occidental.

Los antiguos alemanes del este no solo prefieren el viejo sistema político, también ocupan el primer puesto en la lista de ateos: el 52,1% de la población no cree en Dios; la República Checa se sitúa en segundo lugar con el 39,9%; la Francia laica está por debajo con el 23,3% (laicismo en Francia significa cualquier cosa que no sea islámico). Si observamos el otro extremo, el país con la mayor proporción de creyentes es Filipinas con el 83,6%, seguido de Chile, 79.4%; Israel, 65,5%; Polonia, 62%; Estados Unidos, 60,6%; comparada con los cuales Irlanda es un bastión de moderación con solo un 43,2%. Si los encuestadores hubieran visitado el mundo islámico para hacer esas mismas preguntas seguramente se habrían sorprendido de las respuestas obtenidas en Turquía, por ejemplo, o incluso en Indonesia. No se puede circunscribir la creencia religiosa a una única parte del globo.

Este es un mundo mestizo y confuso. Sus problemas no cambian, tan solo adquieren nuevas formas. En Esparta, en el siglo III a.C., después de las Guerras del Peloponeso, fue creciendo una grieta entre la elite dirigente y la gente común, y quienes gobernaban exigieron cambios porque la brecha entre ricos y pobres se había vuelto tan enorme que resultaba intolerable. La sucesión de los monarcas radicales Agis IV, Cleómenes III y Nabis creó una estructura que permitió revivir el Estado; se liberó a los esclavos; se permitió votar a todos los ciudadanos; y la tierra confiscada a los ricos se distribuyó entre los pobres (algo que actualmente no permitiría el BCE). Temerosa de que cundiera el ejemplo, la temprana República Romana envió sus legiones bajo el mando de Tito Quincio Flaminio contra Esparta. Según Tito Livio, esta fue la respuesta de Nabis, el rey de Esparta, y al leerla se siente la frialdad y dignidad que había en sus palabras:

No midáis lo que se hace en Lacedemonia a través de vuestras propias instituciones [...] Vosotros escogéis vuestra caballería, igual que vuestra infantería, de acuerdo con su renta; queréis que pocos destaquen por sus riquezas y que la masa de la población esté sometida a ellos. Nuestro legislador no quiso que el Gobierno estuviera en manos de unos pocos, como los que vosotros denomináis Senado, ni se permitió a ningún orden que tuviera preponderancia en el Estado; creía que la igualdad de rango y fortuna era necesaria para que pudiera existir un gran número de hombres que empuñasen las armas por su patria. 

Tariq Ali es un escritor y director de cine pakistaní. Su último libro es The Extreme Centre: a Warning.
[Este ensayo fue publicado originalmente en la London Review of Books]  

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